Escrita por el Dr. Víctor San Martín Ramírez, director de Planificación y Desarrollo Universitario UCM.
Recordar a nuestro querido amigo Jorge Contreras, académico y ex Decano en nuestra Universidad, pero sobre todo una gran persona, es un honor inmerecido y difícil. Todavía hay quienes no salimos del asombro y la pena por su pérdida, y porque en pocos días se reincorporaría a la Universidad Católica del Maule, a la que tanto quiso y por la cual hizo tanto. Él estaba feliz de volver.
Decir que Jorge fue un hombre bueno suena un poco manido, pues siempre decimos que todos los difuntos son buenos. En este caso no es así: Jorge fue de verdad un hombre bueno, de esos que tanta falta nos hacen, y a los que tanto extrañamos. Porque de pocas personas puede uno decir que fueron íntegros. Jorge sí lo fue. De pocas personas se puede decir que permanecieron leales. Jorge fue de esos pocos. De no muchos investigadores se puede decir que buscaron resolver problemas reales. Jorge buscó siempre que su investigación fuera pertinente.
Compañero de largas reflexiones y conversaciones, Jorge siempre prefería escuchar. Fue un hombre de esperanza que siempre se puso en segundo lugar, porque prefería acoger más que ser acogido. Intelectualmente inquieto, tenía una sed de sabiduría que ya quisiera uno imitar y encontrar más seguido. Y cercano siempre: sabíamos que podíamos contar con él para todo. Y hemos conocido algunas hermosas anécdotas que reflejan su plena e incondicional disposición a ayudar a otros.
Jorge sufrió bastante en los últimos años, pero nunca se quejó. Al contrario, mantuvo su sonrisa y contagió optimismo. Estaba premunido del don de la reciedumbre, y lo aplicaba a sí mismo. Poseía, a la vez, una actitud de mansedumbre que lo hacía confiable, creíble, cercano y accesible para los demás. A pesar de las dificultades de la vida, nunca perdió su alegría y su ternura. Compartía con generosidad sus anécdotas, su humor fino y el amor por su tierra y por su familia y amigos/as. Se mostraba cercano a través de gestos llenos de sentido y preocupación. Guardo con cariño los libros antiguos que me regaló (digamos que muy antiguos… de siglos), junto con la petaca, los puros, la música y su alegría de vivir. Jorge se regalaba a sí mismo a través de gestos que tenían un sentido profundo. Sus amigos entendimos que cada atención que hacía surgía siempre de su esencia bondadosa, reflexiva, cariñosa, profundamente significativa.
Los hombres y las mujeres consecuentes y leales, como Jorge, aceptan la contradicción y el sufrimiento de manera serena, sin rabia ni amargura, e intentan asumir las rupturas traumáticas sin perder la alegría y el cariño. Personalmente, creo que Jorge está sonriendo ahora tal como lo hacía entre nosotros. Él puso algunos de sus sueños en nuestras manos y le debemos, quizás, no haberlo cuidado más. Y si bien es cierto que el duelo no termina, y que estamos tristes por su partida, sabemos con certeza que dejó un gran legado y un profundo mensaje entre sus amigos/as, sus compañeros/as de trabajo, y en nuestra querida Universidad. Ese legado permanecerá por siempre. Descansa en paz amigo, lo tienes bien merecido…
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero
(Miguel Hernández, “Elegía”)